Diana de Targos
Raza: Humana, arcana
Tiradas base:
Nací en Akenar, en una familia humilde; mi padre tenía una pequeña herrería,
trabajaba duro; era taciturno y discreto. En cambio mi madre, una mujer
corpulenta y de buen corazón, era mucho más extrovertida, muy cariñosa y locuaz.
Me quedé huérfana a los 9 años, durante un atraco a la
herrería. Mi padre trató de defenderse y acabaron con él sin contemplaciones; mi
madre se puso histérica al verlo y no tardaron en callarle también la boca.
Yo tuve demasiado miedo; no salí; no me vieron. Hubo ruido de metales, un
portazo, y luego… silencio. Cuando se fueron los ladrones me quedé en mi sitio;
sin atreverme ni a moverme; con miedo de respirar; no sé cuánto tiempo pasé así.
Me comporté como una cobarde…
Al rato volví a oír la puerta y desperté de mi catatonia; pensé que habían
vuelto, estaba aterrada. Luego oí pasos, un suspiro profundo y una exclamación:
¡por Pelor, qué desastre es éste! Y entonces me encontró, en un rincón tras el
mostrador, encogida, atemorizada. Era Kurtan, y desde ese día también mi
protector, mi mentor, mi maestro… mi familia. Lo único que me quedaba.
Era sacerdote de Pelor. Él me enseñó todo lo que sé. Me mostró que la verdad se
oculta en una bondad interior, en la misma esencia de la vida, porque ahí reside
la luz ardiente que destruye la oscuridad y destierra las tinieblas, no en la
aparente justicia de los hombres. Equidad para los mansos, con perseverancia y
fuerza.
Antes de morir sólo me pidió que le dijera adiós de su parte a una persona de la
que ya no podría despedirse, y que en su nombre le pidiera perdón. De este modo
me vi en una caravana, haciendo un largo e incierto viaje a Kayholt, sin más
compañía que una espada y un escudo, el escudo del sol radiante.
Encontré a la mujer; Maya, una mujer sencilla, de aspecto tranquilizador,
trabajaba en unas cocinas, cerca de una torre de magos. Cuando le di el mensaje
y le expliqué que Kurtan había muerto, me devolvió una sonrisa triste, de una
extrema ternura. Luego me dijo: “Come algo, hija”, y se quedó en silencio,
perdida en sus ensoñaciones.